Cronica de una pelea II

No me preguntes porque me despierto antes de que suene el despertador, pero parece ser que tengo prisa en marchar a la planta, así que aquí me tienes, dando bandazos de un lado a otro de la habitación, buscando no se que puñetas de calcetín perdido, vistiéndome con bostezos y marchando hacia la cocina, a preparar ese desayuno de diez minutos como mucho y quizas algo para comer a mediodía, al fin y al cabo, llamame finolis y delicado, pero la comida que nos dan…

Ir al parking, en estas mañanas frías y aun oscuras , coger la moto, circular en carreteras vaciás del trafico habitual, pensando y pensando, quizás tarareando alguna cancioncilla de esas que tanto se escuchan y que odias a muerte, pero claro, ahí esta, metida en tu cabeza, en fin, que llegas al hospital y te diriges a cambiarte, aun no estas con esa especie de nervios que sabrás que asomaran cuando, tras haber cogido el uniforme de recambio, y oír quizás ese …animo… que últimamente te dedica la gente, acudes a planta, ese camino que hace una eternidad que haces, si lo se, solo han sido un par de semanas quizás, quizás tres, quizás hace ya un mes, pero ¿que importancia tiene?, ¡¡si apenas sabemos el día que es¡¡, así que en fin, que aquí me tienes abriendo la puerta que conduce a la planta en la que estaré hoy doce horas.

Doce horas…

Doce horas en las que os oiré reír, te escuchare gritar cabreada porque se ha quitado el oxigeno, no entenderás porque se hacen según que cosas, horas en las que no dejas de pelear contra algo invisible a tus ojos, doce horas enfundado en un mono, si hay suerte sera holgado, semi nuevo, quizás te vaya tan justo, después de tantos lavados, que parecerás un embutido, escogerás según que modelo, porque crees que da menos calor, que agobia menos, esos dos guantes en cada mano, que al acabar la jornada, te han alisado tanto la piel, que incluso brilla, esas dos mascaras que has de colocarte, una que te machaca el puente de la nariz, la otra que te arranca las orejas, y claro, no nos olvidemos del gorro, y de la pantalla de plástico que nos colocamos, que nos ayuda a respirar peor y nos provoca dolores de cabeza las sienes, doce horas, caminando entre habitaciones, lavando, afeitando, cambiando sabanas, preparando cualquier cosa típica de una planta, solo que lo haces sudando y agobiado por el calor.

Doce horas de escuchar a quienes, apenas unas semanas antes, no conocías de nada, y hoy… hoy son parte de tu familia, escuchas la nota de orgullo por como se comporta su pequeña, como así mismo te sientes orgulloso de que ellas, las mas jóvenes, se comportan mejor que muchas otras mas experimentadas, escuchas la risa contagiosa de el, todo animo y empuje, la de aquella que siempre te nombra..¡¡¡igualito que mi suegro¡¡¡, horas en las que inviertes tu tiempo en los pacientes, en respirar hora tras hora el mismo aire que exhalas, en escuchar a todo este grupo de personas, las únicas con las que no te importaría ir hasta el fin del mundo, aunque sabes, que cuando acabe todo, las circunstancias laborales, las personales, las propias de cada uno, nos separaran en gran medida, pero…

Pero nunca podrán quitarte la memoria con quienes viviste algo que pocos pueden decir… Nosotros estuvimos ahí, yo estuve con ellos.

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