Solo fue una noche mas II Parte 1

Pues si, no solo me quede una noche fuera de la pretendida seguridad del hotel donde me ubicaba en esta isla, de hecho fueron dos mas, y ahora toca contarte como viví esta, quizás la mas agradecida, si esa palabra pudiera resumir aquellas horas que viví

Fue en mi deseo de conocer la isla Da Rolas, delante del complejo Porto Alegre, quizás uno de los rincones mas paradisíacos de la isla y fuertemente preparado para el turista acomodado, algo que, ya lo sabes, no es mi fuerte.

Isla Da Rolas es conocida, en un principio porque a través de ella pasa el meridiano cero, es decir, esta justo en mitad del planeta, también porque, años atrás acogió un restaurante que pretendía emular a la alta cocina europea y también , como no, un pequeño resort para atraer, si fuera posible, a mas acomodados turistas.

Pero imagino que los años de pandemia, el poco conocimiento que se tiene de estas islas y la particular idiosincrasia de la población, todo junto lo llevo a la situación actual.

Pero me dejo de rodeos, yo quería ver el meridiano cero, estaba en Porto Alegre, a media hora en barca de la isla y, bueno, me dije que porque no, así que me limite a buscar a un pescador de los varios que había por ahí, para preguntarles si iban a ir a la isla.

Tuve suerte y uno me dijo que si, se llamaba Francisco, o así se me presento y en breves instantes, en los que le ayude a acomodar la barca, nos pusimos en marcha hacia la isla.

Barca minúscula, olas enormes, rostro tranquilo en el, cara de susto en la miá a cada ocasión que la barca golpeaba una ola y yo aferrado con las manos a los bordes de la barca con tanta fuerza, que creo que deje la marca de los dedos en ella.

Poco hablamos, lo notaba…no se, tenso no, pero no dejaba de lanzar miradas hacia la isla que tenia delante y hacia el cielo, y mientras de vez en cuando, su mirada se dirigía al mar que nos rodeaba, como si lo estuviera leyendo, algo que estoy seguro que hacen todos los pescadores que se enfrentan día a día con las aguas en cualquier océano o mar.

Me resultaba curioso por ver como acercaba una mano al agua para acariciarla y luego la levantaba al aire, para notar la brisa, el viento, quizás anticipar el huracán que pudiera cernirse a su alrededor.

Era la viva imagen de alguien que vive pendiente de que los elementos le avisen con tiempo del humor en que se verán las caras.

Llegamos a tierra, bueno a una playa de fina arena, en la que habría quizás media docena de niños jugando a lo que juegan todos los niños del mundo, algo que me hizo ver como de iguales somos, salvo por el lugar en que hemos venido a este mundo, las oportunidades que nos han surgido en los diferentes entornos que conforman este planeta, todo ello hace que pudiéramos creernos distintos, cuando en realidad, nos alimentan las mismas ganas, los mismos deseos, incluso me atreveré a decirte que ambos tenemos los mismos sueños.

No es una isla muy grande, en apenas una hora de marcha ya la he recorrido de punta a punta, bueno, quien dice una hora dice un par de ellas, no voy a ponerme puntilloso, sobre todo porque mi rodilla… bueno, no siempre esta para fiestas jajajaja.

Apenas viven 70 personas de forma habitual en ella, la pesca para alimentarse, los cocos que pudieran coger y quizás cambiar con Porto Alegre, pero poco mas, de hecho, ni siquiera tienen la opción de agua potable, ya que deben traerla en barca, porque no hay fuentes y las pocas que pudieran surgir en la época lluviosa, son irremediablemente salobres por todo ese viento que no ceja de asolar muchos de estos rincones.

Pero es una hermosa isla.

A pesar de que, ya habiendo transcurrido el tiempo mas que suficiente, decidí volver a mi refugio en la capital, digamos que la madre naturaleza tenia otros planes.

Reconocí a Francisco, estaba ahí, en ese rincón de la playa, acomodando la barca un poco mas arriba de la linea que marcaban las aguas y ante mi pregunta de si podría volver, se limito a señalarme las aguas que, en aquel momento, comenzaron a rugir, comenzando una pelea que se inicio en tiempos inmemoriales con las rocas que nos acompañaban.

Así que solo asentí con la cabeza y me senté cerca del agua que comenzaba a golpear con ganas la arena de la playa…recuerdo haber sacado la pipa, cargarla bien cargada y encenderla, y , como si hubiera sido programado, el sol comenzó a caer por el horizonte y el incipiente rumor de un generador se comenzó a oír.

No recuerdo el tiempo que permanecí ahí, sentado, tumbado en ocasiones, encendiendo la pipa cuando se apagaba, cuando se acababa me limitaba a volver a cargarla, y mientras todo ello, la noche me regalo el mayor de los espectáculos…todo un firmamento lleno de estrellas.

Recuerdo haber intentado ver la Osa Mayor o cualquier otra constelación, claro que yo de astronomía se lo mismo que de ingeniera nuclear, nada de nada, así que, tras probarlo un par de segundos, recuerdo haber sonreído, tumbarme y dejarme llevar por esa inigualable paz que le acontece a uno cuando, sencillamente… esta en paz.

Vi una estrella con tu nombre, otra me recordó tu sonrisa, en otra encontré la respuesta a una de esas preguntas que todos llevamos en nuestro interior, de las que guardamos en lo mas escondido, para ver si algún día, encontramos su respuesta.

Las conté, bueno, mas bien solo me limitaba a extender el brazo e intentar contarlas, pero siempre me perdía al ver tus ojos en alguna de ellas, y ademas es curioso, porque incluso cuando la melancolía, la sensación de estar en otra dimensión, en otro planeta quizás, acudía a mi y me hacia cerrar los ojos….seguía viendo todo ese techo lleno de luces brillantes, parpadeando, lanzándome mensajes de cuando tu , quizás las habías visto hará mil años atrás.

Y mientras, a mi espalda, en el pequeño poblado que hay en la isla, apenas 70 personas, sonaba la música, las breves conversaciones que apenas entendía, las risas que en ocasiones surgían, todo en suma me decían que había vida en esa cuasi oscuridad, solo rota por breves y esporádicas bombillas.

Y ahí, a unos pocos de metros, Francisco estaba inmerso en un fuego, colocando mil y un restos de palmeras, de cascaras de coco y aun lado, una simple parrilla con un par de pescados, grandes, brillantes a la luz que desprendía el fuego.

Me llamo. Y al girar mi cabeza hacia el, me indico que me acercara, cosa que hice y al llegar a su altura, me señalo los pescados y al ver que no entendía ni puñetera idea… si ya lo se, tu seguro que sabias lo que quería decirme, ¡¡¡ listilla!!!…en fin, que me acomode a su lado y saque, por mi parte, la botella de vino que había comprado en la cercana pero inalcanzable isla de enfrente nuestro, digo yo que le pareció bien, porque le vi sonreír con muchas ganas.

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