Hace dos años, escribí esta reseña de una isla que me cautivo, que me lleno ciertos huecos que no creía tener, que me dejo el regusto…a ver si puedo explicarlo bien… ¿te acuerdas del sabor de una copa de cerveza?, ese amargor especial, que lo deleitas suave, con la esperanza que no se detenga, con ese sonido de satisfacción que no dices en ocasiones, en otras no puedes evitarlo, en fin, que mas o menos te lo imaginas ¿no?.
Pues así fue aquel primer encuentro, un encuentro que el tiempo me ha demostrado que no fue suficiente, ya que he vuelto, por otras circunstancias quizás, pero al mismo destino que una parte de mi, sabia que necesitaba, la isla de… ¿sabes?, dejare que aquel primer relato te indique un poco como es esta isla, y luego, el próximo día… espero que desees leer el porque, el como y esa necesidad de la vuelta a unas rocas acariciadas por las olas, unas arenas breves lamidas por las aguas del Atlántico y a unas luces que no han dejado de sorprenderme en cuanto podía permitirme el lujo de ver cuando caía el sol o cuando tenia a bien despertarme.
Si tuviera que definir mi estancia en esta isla, seria la luz, no una constante matemática, ni un interruptor que he de apretar, bajar, pulsar… ya me entiendes, esta isla es luz que llega desde lo alto de la montaña, rayos que llegan inclinados y despiertan todos los colores de estas aguas, que hacen brillar la roca negra que rodea y forma los acantilados, la arena breve en escasas playas, que deslumbra en carreteras estrechas y senderos que apenas recuerdan de quien fue el ultimo paso que los cruzo, es la luz que surge cuando el sol descansa y hace su entrada miles y miles de ojos en el cielo, porque sigo creyendo que alguien, allí arriba nos mira, estrellas e incluso, ayer noche, creí ver un destello fugaz, quizás una de esas estrellas errantes que surcan toda la inmensidad que somos incapaces de creer.
Es también silencio, plagado del oleaje peleándose con las rocas de la playa, golpeando sin descanso, con la ayuda del viento y de las mareas, a los acantilados que, por lo que parece, ofrecen una muy digna batalla, es el silencio en un montón de instantes, con el grito de rocas caer desde estas montañas en movimiento, con el sonido de mi propia respiración como única compañera de este, para mi al menos, casi desconocido, silencio.
Y es también el carácter especial de quien habita la isla, forjado de emigrantes que se fueron, de los que volvieron, de los que se aferran a una escasa agua, de los que no dudan en saludarte al pasar por su lado, sin conocerte de nada, y aun mas cuando, en mas de una ocasión, alabas el plato tan generosamente hecho para uno, de los que surge la conversación rápida sobre cualquier cosa, solo por el placer de compartir y escuchar.
Es una isla distinta, para mi la isla de los sentidos, el de la vista que nunca se agota de los brillos del sol en los senderos, de los azules de sus aguas, de los negros de sus rocas, de los cobrizos gastados de algunas de ellas, es el del gusto, por sus comidas tan variopintas, por un vino fuerte, como ha de ser si es fruto de esta tierra, del oído que atesora silencios, para un urbanita como yo, casi inexplicables en carreteras cuasi desiertas, por el tacto que despierta en ti la aspereza de muchas rocas y la suavidad de muchas otras que han sido acariciadas por el agua, por el olfato, por ese olor a un sinfín de plantas aromáticas de cuyos nombres me es imposible recordar, pero no así ese aroma que desprendían cuando, al pasar por su lado, mis manos las acariciaban.
Es una isla diferente, de cuyo disfrute necesita un talante distinto, el que quizás nos falte últimamente… el de la intimidad con nosotros mismos.
Es y ha sido un placer conocer esta isla.
Tuve esas sensaciones que tan bien describes, Jordi.
Y latiendo ese tengo que volver.
Un abrazo
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Estuvistes?
Yo repeti hace poco y que pronto publicare mi primer relato de esta segunda vuelta, y…. ufff, fue aun incluso mejor.
Es una isla sin grandes o apenas ningun atractivo turistico, al uso, pero que poseee unos rincones increibles, y para aficionados al submarinismo, unos fondos mas que hermosos.
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Sí, estuve hace dos años pateando con un grupo de amigos, y me impactó tanto su belleza todavía tan natural, tan suya, peculiar, bellísima… fue un amor a primera vista. Espero volver pronto.
Seguiré tu relato, seguro.
Un abrazo
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