Y se va acercando el final de mi estancia en esta isla, la isla de las cicatrices, o esa fue mi primera impresión cuando la vi, a través de la pequeña ventanilla del avión que me llevaba a ella, desde el aire solo veía barrancos en cualquier dirección que mirase, y sobre todo, esa mancha verde en el centro de ella.
Isla de carreteras llenas de curvas continuas, serpenteando entre los barrancos, con cuestas abruptas, en las que el coche pide una marcha menos, que apretás los dientes y empujas un poco con el pie a ver si eres capaz de sacarle mas fuerza, con descensos rápidos y con mas curvas, muchas mas curvas, con carreteras que te llena en un lado de la vista del mar y que, sin darte cuenta, has de encender las luces, porque has entrado en el reino de las hadas, las carreteras que circundan el parque de Garajonay.
Isla de terrazas continuas,de escalones sin fin en la falda de la montaña, porque esa ha sido la única forma en el el gomero, un ser especial, como cualquier otro isleño de los alrededores, ha sabido pelear y en ocasiones ganar, a esta naturaleza que le rodea.
Isla de contrastes continuos, de sol por la mañana en la costa, de olas batiendo las rocas, del sonido de los cantos que se mueven por su fuerza, de viento que surge de golpe, de nubes en esa misma mañana unos metros mas arriba, en lo alto de la isla, nubes que se detienen brevemente en los bosques y lo humedecen sin pausa, que te obliga a preguntarte si nos has sido abducido y estas en otro mundo, otro tiempo.
Isla de sabores, de ese barraquito, del gomeron, de las papas con mojo, de esos pescados sin fin, del potaje de berros o del estofado de cabra, del yogur con plátano y miel de palma, perdón, de sirope de palma, así les han obligado a llamarlo, de jarras de cerveza Dorada, fina y suave.
Una isla que me ha permitido pararme, sentarme al abrigo de una pequeña playa, pensar en mil y un detalles, hablar con bastantes de ellos, sorprendidos algunos por el tiempo que le he dedicado a esta isla, acostumbrados a ver como vienen muchos de nosotros, los turistas, con prisas, sin tener tiempo para nada mas que lo típico.
Para mi han sido trece días completos en ella, cerca de 600 km recorridos con el coche, visitando un mismo pueblo varias veces en ocasiones, algo mas de 800 fotos, quizás siete u ocho tipos de comida que no había probado nunca, creo recordar que cinco o seis noches, sentado durante horas, en una playa, viendo y escuchando las olas romper contra las piedras de la playa, un paquete de pipa entero gastado en estos rincones, un par de cartuchos de tinta gastados en escribir parte de mi día a día, en lo que sentía o me hacia sentir la isla., conocer de forma tan rápida, breve e intensa a tres increíbles mujeres.
Reflexionar el porque, entender y aun mas importante, aceptar.
He de suponer, que en otras circunstancias, no hubiera disfrutado de esta forma de tantos pequeños detalles en esta isla, la soledad que me ha proporcionado, la compañía que me ha dado, las sorpresas que me ha brindado.
Una conocida miá decía que siempre volvemos al lugar en el que hemos dejado una parte nuestra, y aquí he dejado unos días increíbles, una paz que necesitaba sin saberlo, sin ser consciente, y aquí dejo mi intención de volver a sentir lo mismo.
Maravillosa entrada! Demuestras una paz y armonía interior en tus palabras, que hasta quien te lee (por lo menos, en mi caso) desearía estar allí para reencontrarme conmigo mismo. Dime, seré curioso, escribes sobre la isla La Gomera en las Canarias? Un cordial saludo.
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Jordi que bonito, me has hecho sentir añoranza.
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¿Eres isleña?, , bueno, es uno de los mejores elogios que podria esperar, pero es que en cada ocasion, hasta ahora tres, que visito las islas…me traigo un monton de cosas dentro, cosas sin nombre, cosas que aqui se han perdido.
Mi visita a Lanzarote, mi estancia en el Hierro, la que aacabo de hacer en La Gomera…todas ellas me han aportado un buen nuemro de instantes increibles, de gente especial.
Se que mi premisa de descanso en ellas se aparta de lo turistico, pero es en esa forma que encuentro la verdadera naturaleza del agente que vive ahi.
¿Te he dicho que me encantan?
Gracias por leer y comentar.
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Si, soy isleña, no precisamente de las islas a las que describes en tan emocionantes relatos, pero ese sentimiento, eso que dices sentir, es lo que siento muuuchas veces. Es difícil desprenderse del sol y la sal que se emparejan con el mar, para hacernos más humanos, más consistentes, más empáticos, más vivos. Gracias a tí, por compartir tus experiencias con nosotros.
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Jajajaj has de perdonarme entonces, pero estoy convencido de que la gente es la misma, y de hecho, resumes de forma admirable lo que se siente en ellas.
Siento ser tan predecible, pero gracias por leer, por comentar y darte las gracias , porque saber que he sido capaz de causarte tal sensación…para mí es todo un premio Nobel, el Óscar y el Goya sumados juntos y elevados al 15.456 al cubo.
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